2.1. EFECTIVIDAD
Si utilizamos la mortalidad evitable como un indicador centinela de la calidad asistencial y de la prevención primaria y secundaria (este indicador está considerado como una buena herramienta para la vigilancia de la salud y la calidad y accesibilidad a los servicios sanitarios 23, 24, e incorpora el concepto de muertes innecesarias, evitables o prevenibles y/o con diagnóstico y tratamiento de eficacia probada), en nuestro país, la mortalidad por causas evitables ha mostrado un descenso más rápido que para el resto de causas de muerte, lo cual podría estar relacionado con la mejora de la provisión de atención sanitaria 25.
También han ido disminuyendo las tasas de mortalidad general y prematura en torno al 10 por 100 entre los años 1998 y 2002. Otros indicadores de efectividad como la esperanza de vida han ido mejorando en las últimas décadas y todas las comunidades autónomas han acrecentado los indicadores de productividad de los servicios 26, lo que permite afirmar que la actividad de los servicios sanitarios está teniendo un efecto favorable para la salud.
En un reciente trabajo Martín Moreno y col. 27, describe las ganancias en indicadores de salud de los españoles en los últimos años (véase tabla 5) y su comparación con nuestros vecinos europeos, donde clásicamente el sistema suele salir bien parado.
Tabla 5
Indicador
|
1975
|
2005
|
Esperanza de Vida |
73,26
|
80,44
|
Mortalidad Infantil (por mil nacidos vivos) |
18,88
|
4,38
|
Mortalidad Materna |
21,66
|
3,86
|
Mortalidad por Cardiopatía Isquémica* |
169,37
|
56,31
|
Mortalidad por AVC* |
165,35
|
45,7
|
Mortalidad por Cáncer* |
169,11
|
159,73
|
* por 100.000 habitantes. |
2.2. SATISFACCIÓN
Existen una serie de encuestas de opinión sobre el funcionamiento global del sistema sanitario que cubre el periodo 1991-2003, desarrollada por Blendon, y que se utiliza frecuentemente en estudios internacionales comparados. Los resultados 28 para nuestro país muestran que en el 2003 dos tercios de la muestra creen que el SNS funciona bien o sólo necesita cambios menores; mientras que cerca de un tercio opinan que necesita cambios fundamentales o rehacerse completamente. Situación que prácticamente se ha invertido desde el año 1991, cuando se realizó por primera vez en nuestro país, fecha que coincide con el replanteamiento de líneas de reformas de nuestro sistema sanitario. En aquel momento el 55 por 100 de la muestra de encuestados opinaba que el sistema necesitaba cambios profundos.
El índice de satisfacción muestra una evolución constante de la misma durante la última década. En 1991 los insatisfechos superaban en un 10 por 100 a los satisfechos; mientras que en el 2003, el diferencial se ha invertido, y el porcentaje de satisfechos supera en más de un 30 por 100 al de insatisfechos. Esta tendencia resulta consistente con los resultados del Eurobarómetro, que apuntaban hacia un aumento importante de la satisfacción en los últimos años de la década de los noventa. A pesar de esta mejora, España sigue situada por debajo de la media de la Unión Europea en cuanto a satisfacción global de los ciudadanos con los servicios (Eurostat, 2000).
2.3. EQUIDAD PERCIBIDA DEL SISTEMA NACIONAL DE SALUD
Para conocer la opinión de los ciudadanos sobre la equidad en el 2002, se introduce por primera vez una pregunta sobre la equidad percibida del SNS y que explora la prestación del servicio sanitario en igualdad de condiciones en función de varias variables: territorio de residencia (ciudad o rural) y comunidades autónomas, ser joven o viejo y nivel económico, que se redacta del modo siguiente: «En su opinión, la sanidad pública presta los mismos servicios para todos independientemente de que...», y a continuación se le presentan al encuestado cuatro categorías de respuesta, para las que debe evaluar si existe o no equidad:
- Se resida en una comunidad autónoma u otra.
- Se resida en una zona rural o en una ciudad.
- Se sea joven o anciano.
- Se tenga un nivel social alto o bajo.
Los resultados para el 2003 ponen de manifiesto que casi dos tercios de los ciudadanos piensan que existe equidad independientemente de la edad o el nivel social; un
43 por 100 opina que existe equidad entre comunidades autónomas (versus un 31% que piensa que no, y un 26% que no sabe); donde aparece peor percepción de la equidad es con respecto al lugar de residencia, ya que un 40 por 100 cree que existe equidad entre la zona rural y la ciudad (versus un 45% que cree que no existe). Entre el 2002 y el 2003 se producen aumentos importantes (ligeramente superiores al 10%) en cuanto a la satisfacción con la equidad interterritorial.
Por lo tanto, aproximadamente dos tercios de los encuestados piensan que existe equidad de acceso y prestaciones entre clases sociales y grupos de edad. Un porcentaje menor (en torno a un 40%), pero en aumento desde el 2002, opina que existe equidad interterritorial.
Si se utilizan indicadores objetivos como la mortalidad, que también se puede utilizar como fuente de información relevante para analizar las desigualdades, sobre todo a nivel territorial, las personas de clase social desaventajada que viven en áreas con privación socioeconómica, junto con las mujeres, son los colectivos que presentan peores indicadores de salud 29.
2.4. EFICIENCIA
El sistema sanitario español se financia con una inversión del 7,7 del PIB (2,2 de gasto privado y 5,5 de gasto público), cifra que resulta adecuada en comparación con los países de la OCDE. En el año 2006 el gasto total en salud alcanzó una cifra de 48.651 millones de euros y en comparación con los países de la Europa de los 15, donde el gasto medio por habitante (expresado en dólares ajustados por el poder adquisitivo) era de 2.700 $ comparado con los 2.100 $ en España (año 2004), lo que de alguna manera denota un alto nivel de eficiencia.
Tabla 6
Año
|
% del PIB en Sanidad
|
|
Gasto en sanidad
|
Gasto público
|
|
1970 |
3,6
|
2,3
|
1980 |
5,4
|
4,3
|
1990 |
6,7
|
5,3
|
2000 |
7,4
|
5,3
|
2001 |
7,5
|
5,4
|
2002 |
7,6
|
5,4
|
2003 |
7,7
|
5,5
|
Algunos autores 30 estiman que la parte pública de la financiación está por debajo de lo que nos correspondería por nuestro nivel de riqueza y desarrollo socioeconómico.
No obstante, seguirá produciéndose un incremento del gasto, que aunque estará asociado con el factor demográfico, fundamentalmente, estará impulsado por la prestación sanitaria media, es decir, que aumentará la intensidad de tecnología diagnóstica o terapéutica para tratar a los mismos procesos clínicos.
Esto obligará a los políticos a reflexionar sobre la utilidad social de este incremento de la financiación, es decir, si valen lo que cuestan y el coste de oportunidad de estos recursos y a los gestores a revisar los criterios de indicación y adecuación como medida de mejora de los resultados, utilidad real de la tecnología y de orientación del sistema hacia los problemas de salud de la población y no hacia el uso desmesurado de lo último por lo último, tanto en el mundo de los fármacos como en los gadget tecnológicos.
23 Westerling, R. «Decreasing gender differences in "avoidable" mortality in Sweden». Scand J Public Health 2003, 31(5):342-9.
24 Simonato, L., Ballard, T., Bellini, P. y Winkelmann, R. «Avoidable mortality in Europe 1955-1994: a plea for prevention». J Epidemiol Community Health 1998, 52(10): 624-30.
25Albert, X., Bayo, A., Alfonso, J.L., Cortina, P. y Corella, D. «The effectiveness of health systems in influencing avoidable mortality: a study in Valencia, Spain, 1975-90». J Epidemiol Community Health 1996, 50(3):320-325.
26 Gispert, R., Torné, M. y Arán, M. «La efectividad del sistema sanitario en España». Gac. Sanit. 2006; 20 (supl 1):117-26.
27 Martín-Moreno, J., Alonso, P., Claveria, A., Gorgojo, L. y Peiró, S. Spain: a decentralised health system in constant flux. BMJ 2009; 338: b1170.
28 Rico, A. «La opinión de los ciudadanos sobre el sistema nacional de salud, 1994-2003». Informe Técnico del Ministerio.
29 Borrell, C. y Pasarín, M.I. «The study of social inequalities in health in Spain: where are we?». J Epidem Community Health 1999; 53:388-9.
30 Puig-Junoy, J. «¿Es la financiación sanitaria suficiente y adecuada?». Gac. Sanit. 2006; 20 (supl 1): 96-102.